jueves, 29 de abril de 2010

Cartas para Laura

10 de marzo

Querida Laura:

Hace tanto que no nos vemos, fue tan rara la despedida, vos estabas tan linda en el negocio comprando caramelos para el viaje. Por suerte Don Justo te preguntó dónde ibas y le contaste... que la beca en Buenos Aires, que la Universidad...
Cuando te fuiste no alcanzaste a verme pálido, como dijo Don Justo, ni viste que me tuvieron que llevar a casa medio muerto. Es que sentí que se me caía el corazón, que se me aplastaba contra las suelas de los zapatos. Cuando me pegó la cachetada Don Justo y vi que Rosita me ventilaba con el diario supe que me había desmayado, como esa vez que sin querer me metí en una sala de parto. A mí nomás me pasan esas cosas.
Tuve la oportunidad de conocer a Mirta, una señora que hace de psicóloga en el hospital los días lunes, parece que ella siempre quiso estudiar esa carrera, y tuve como 15 lunes viéndola hasta que me dijo que la había cansado con vos: “Que Laura de acá, que Laura de allá”. La gente no entiende, amor de mis amores, lo que nosotros sentimos.

Tuyo por siempre

Pedro.

1 de abril

Amor mío:

Tu ausencia me está destruyendo.
Mi corazón vivía sólo por esos minutos en el almacén, y no era sólo yo ¡Con decirte que hasta a Don Justo se lo ve apagado! Y Rosita no sabe qué hacer, da vueltas como sonámbula por el negocio.
La angustia me consume.
Si pudiera decirte cómo te amo, rompería el silencio que me ahoga, la falta de tu voz que ya no me besa por las mañanas, como cuando te quedabas sin leche o sin mermelada, sobre todo. Aunque yo sé que preferías comprar en el supermercado, será que es más barato, como dicen. De todas formas no lo sé, porque desde que te fuiste la leche me cae mal y la mermelada, ni te cuento.
Espero que vos estés bien.

Siempre siempre tuyo.

Pedro.

8 de mayo

Mi amadísima Laura:

Hoy recuerdo aquél día cuando te confesé mi amor. Estabas en el umbral de tu casa, mirándome. Ya te había entregado el pedido y supiste que tenía algo más para decirte. No me salió nada pero ahí inauguramos esos silencios que tanto nos comunican, y al fin me dijiste “gracias, hasta luego” después de haberme pagado. ¡Qué feliz me sentí, cómo te quise!
Hoy es más firme que nunca nuestra capacidad de entendernos en silencio, con sólo mirarnos ¡Las palabras nos sobran! Sólo te escribo porque no estoy seguro de que estés mirando ahora para este lado. Pero estoy practicando, mi amor, pronto podré alcanzar tu habilidad de hablarme a larga distancia sin palabras.

Con todo mi amor que crece a cada instante
y tuyo

Pedro.

3 de julio

Laura:

Pasó mucho tiempo sin que te escriba, podrías haberme llamado o haberme escrito una carta. Estuve muy mal. Apenas me estoy reponiendo de una enfermedad: una neumonía rara, me parece, porque además de la tos y la fiebre, me hacía llorar por las noches y no pude levantarme de la cama hasta unas semanas después de que me dieran el alta.
Don Justo dice que me estoy haciendo el atorrante con la historia ésta de mi corazón roto con tu partida, que vos ni registrás que existo. ¡Si supiera Don Justo!
Yo sé que no me escribiste porque estás muy ocupada con eso de la Universidad, y que de todas formas ya sabías que estuve enfermo y eso, y hasta estoy seguro de que rezaste por mi los domingos, después de todo, si Dios no me curaba, quién podría hacerlo? Sos tan sabia, Laurita mía, tanto te quiero!
Seguiré esperándote

tuyo

Pedro.

15 de agosto

Mi amadísima Laura:

¡Estoy tan feliz! Hace tiempo planeaba esto pero quería sorprenderte: renuncié en el almacén, me voy con vos a Buenos Aires. Estos meses estuve ahorrando para viajar y Don Justo -aunque dice que es una locura- me recomendó a unos conocidos para que pueda conseguir trabajo.
¡Vamos a ser tan felices amor mio! ¡Tan felices! Ya tengo casi todo listo, no te preocupes por nada, con sólo existir ya me hacés feliz. No hace falta que respondas, me imagino tu alegría.
Ay, mi amor, nadie me ha hecho nunca tan afortunado. No veo la hora de abrazarte.

Cariños y sobre todo
tuyo

Pedro.

2 de septiembre

A la Srita. Laura Quesada

Por fin va a leer esta carta. Volví al pueblo a preguntar por usted y me facilitaron su nueva dirección. Soy Pedro, usted ya sabe.
Quería decirle que por su falta de consideración conmigo me veo obligado a privarla de mi amor.
Con tantos poderes de adivinación podría haberme avisado que se mudaba, de forma que no pasara lo que pasó.
Ahora Don Justo no me tiene confianza porque dice que estoy medio loco y comparto mi jornada con un novato que suele hacer todo peor que el pirado que suscribe.
Así que sabe usted dónde puede guardarse las miradas y las trasmisiones de amor telepáticas.
Ojalá se le rompan las cañerías y se le inunde toda su casa nueva, nuevita, nuevísima.

Ante todo
MIO

Pedro.

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