Hace 6 años escribí una nota sobre todas las posibilidades que se abren, cada segundo, a cada paso (Cambio). Era un acto de fe, una declaración de confianza en las oportunidades infinitas que tendría de ser cada vez mejor persona, de compartir cada vez más, de disfrutar. Y además un reconocimiento de la posibilidad de cambiar, si lo quería, desde la forma de hablar hasta el proyecto de vida.
Ayer una amiga me hizo un comentario sobre mi capacidad de adaptarme a los cambios, y yo volví a pasar por el corazón ese texto, esa sensación.
Si repaso estos últimos años en clave de cambios, encuentro montones de ejemplos. Cada vez que estoy a punto de dar un paso en una dirección diferente, vuelvo a sentir el mismo vértigo. Pero es verdad, como dice mi amiga, a esta altura ya sé que no es tan terrible, que, aún en medio de las condiciones más desfavorables, los cambios son mis decisiones, las mejores decisiones que puedo en cada momento (esto es: ya me dí cuenta de que no siempre tomo las mejores decisiones posibles, pero es un aprendizaje).
La primera vez que salí a caminar por Mar del Plata, les dije a quienes se preocupaban por mi soledad, que me iba a jugar a la niña exploradora. Ahora me parece que quizás viví un poco así estos años: explorando, jugando para aprender, probando, a riesgo de que me duela, cómo se sienten las cosas. Aprendiendo de las demás, que también viven y aprenden, para aprovechar mejor el tiempo.
Tengo problemas para decidir lo que parece lo mejor para todos. Me hago demasiadas preguntas, ¿Será lo mejor?¿Qué pasa si hago esto otro? Y habitualmente las preguntas ya son cuestionamientos más profundos a cosas más abstractas, y no puedo evitar sentirme movilizada por experimentar, para construir, mejores abstracciones.
Hay cosas que no han cambiado. El mundo me duele desde que era una niña. Mi vida es apenas un hilo en este entramado que es la Vida y quiero poner en juego todo lo que ella me ha dado, para contribuir a crear un mundo más lindo.
No se si alguna vez dejaré de tener esta vocación de niña exploradora. Si la adultez alguna vez significará para mí quedarme quieta.
Cada vez que decido cambiar espero que sea para siempre, pero incluso aquello que sostengo en el tiempo, me motiva a abrir otros caminos nuevos, a volver a pensarme, a mover algo de lugar.
Hay cosas que no se mueven, porque los cambios profundizan algunas certezas. Lo importante se vuelve más claro y se afianza con cada cambio. Lo importante es siempre lo mismo, no cambia, se expande, se desarrolla, crece, muestra un lado y muestra otro, pero es eso. Ya no me dan tanto miedo los cambios porque sé qué es lo que para mi se mantiene, sé qué es lo que a mí me hace feliz.
Sé que tengo miles de posibilidades.
Además del mundo, me pasan cosas que me duelen, más seguido de lo que me gustaría. Pero siempre aprendo algo.
Y además, o quizás también por eso, me pasan cada vez más cosas hermosas.
Que la felicidad los atropelle. |