Un conflicto armado no es más
que una tos enorme de algún diablo pestilente,
un paso y otro, mil pasos atrás.
Un retorcijón de vergüenza en los testigos
una patada, un golpe oscuro
una deficiencia del habla
un ojo opaco de un niño entregado.
Con la ciencia tan desarrollada
tanto para matar cuanto para espectar
los espectadores sin júbilo y sin poder
acompañan frente a sus pantallas.
Lloran demasiado poco.
Demasiado poco lloran, lo digo
porque no producen ninguna inundación
ningún grito multitudinario que cambie
el equilibrio ambiental y genere
al menos un sismo.
Tampoco sus palabras son suficientes
si bien las dicen y las escriben,
nunca llegan a armar una gran bola
de voces y discursos escritos
sobre papel, sobre bolsas o telas,
que bien colocada pueda frenar alguna bala.
O por lo menos un arrepentimiento
un sentimiento de culpa tan fuerte y general
que contagie y llegue hasta los confines de la tierra.
Por lo tanto, las mayorías que no guerrean
nunca hacen más que mirar
nunca superan la indignación
siempre abandonan no sólo
a las víctimas sino también a esos
grupitos de inconformistas que salen
por las calles con pancartas por la paz
y vuelven a casa a guardar sus lágrimas
en un frasquito.
solos.
2 comentarios:
Vuelvo a entrar a tu blogs, y cada vez más me impacta esta poesía.
Gracias por impactarme el alma!
Mil veces más gracias a vos
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